José Ignacio López Soria
Versión ligeramente corregida de la original aparecida en: Tarea. Revista de educación y cultura. Lima, nº 91, julio 2016, p. 72-75.
Conocí a Alfonso Ibáñez (Arequipa 1948, Guadalajara 2016) en 1979 en un viejo castillo de Cerisy la Salle, en Normandía, en donde funcionaba un prestigioso centro cultural. Tuvo lugar allí un largo (10 días) y enjundioso coloquio organizado por el filósofo Michaël Löwy para analizar y debatir, en un pequeño grupo, los aportes de György Lukács y Lucien Goldmann. Entre los participantes sobresalían Á. Heller, F. Fehér, N. Tertulian, N. Rudich, Gy. Márkus, J. Gabel, M. Jiménez, L. Boella, V. Leduc, Z. Tordaï, M. Ziemek, J.-L. Ferrier, S. Naïr y unos pocos estudiosos más de las obras de Lukács y Goldmann. Las presentaciones y debates versaron, entre otros temas, sobre la sociología del conocimiento y de la literatura, el sujeto trascendental y transindividual, la ontología, la teoría de lo trágico, el historicismo, el dios oculto, la dialéctica de la totalidad, la creación artística, la novela y las mujeres, el problema de la individualidad y la teoría de clases sociales. Löwy invitó a tres de sus alumnos, uno de ellos era Alfonso.