José Ignacio López Soria
Artículo periodístico inédito
Artículo periodístico inédito
De Péter Esterházy ha dicho recientemente Vargas Llosa que “es uno de los más interesantes y originales escritores de nuestro tiempo, y su ambiciosa creación Armonía celestial una obra maestra." ¿Quién es este escritor del que Vargas Llosa se expresa tan elogiosamente y al que la Cámara Peruana del Libro trae de la lejana Hungría para participar en la Feria Internacional del Libro?
Descendiente de la más rancia nobleza húngara, Péter Esterházy nace en 1950 en Budapest, cuando los bienes de los Esterházy habían sido ya confiscados por el gobierno socialista y buena parte de familia expulsada del país. Péter no alcanzó, pues, a gozar ni de las extensas propiedades agrícolas de los Esterházy ni de sus palacios y residencias señoriales, ni se vio beneficiado con la relación privilegiada que sus progenitores habían tenido con el poder político, la jerarquía eclesial y la élite artística e intelectual. Como cualquier hijo de vecino, se educa en una escuela rural y luego se traslada a Budapest para concluir su formación escolar y hacer estudios universitarios de matemáticas en la Universidad de Ciencias Loránd Eötvös de Budapest, precisamente en los años en que Antonio Cisneros y yo enseñábamos en el departamento de español de esa misma universidad.
Su preparación en matemáticas le permitió trabajar en el Instituto de Estadística del Ministerio de Industrias, pero no por mucho tiempo. En 1978, con dos relatos ya publicados (Francisco y Pinta, 1976, y No piratees en aguas papales, 1977), decide dejar el trabajo estadístico para dedicarse de lleno a la literatura. Poco después, 1979, aparece Novela de la producción, la primera obra de Esterházy que llama la atención de los críticos.
Pero es en la década del 1980 cuando la personalidad literaria de Esterházy adquiere perfiles más nítidos: una escritura cuidadosamente desenfadada y desinhibida, irónica siempre y hasta herética, que contrasta no sólo con los finos modales del autor en su vida cotidiana sino con la tradición de la literatura húngara que tan proclive había sido a la tragicidad, el intelectualismo, la seriedad y el patriotismo. De los personajes de la literatura húngara ha dicho Esterházy que no tienen cuerpo: el cuello les empieza en los zapatos. De esta época son Pequeña pornografía húngara (1984) y Los verbos auxiliares del corazón (1985), dos novelas que son pronto traducidas a otros idiomas.
En la década siguiente, 1990-2000, aparecen las obras más conocidas de Esterházy: El Libro de Hrabal (1990), La mirada de la condesa Hahn-Hahn (1991), Una mujer (1995) y, sobre todo, Armonía celestial (2000). En ellas el autor toma posesión de su condición de centroeuropeo para acompañar literariamente los cambios ocurridos en los últimos lustros en estas sociedades, pero lo hace no desde los hechos sino desde el lenguaje, como quien busca penosamente la verdad a través de un viaje por las zonas más tenebrosas de la historia europea del siglo XX. Le acompaña en esa búsqueda, en esa oposición manifiesta a la destrucción de los hombres por el terror y la violencia, una decidida apuesta por una resurrección de la humanidad por el duelo, la rememoración y la ironía.
Nada de esto significa que Esterhàzy sea un escritor al servicio de una determinada posición política. De la política, como la mayoría de los intelectuales centroeuropeos, el novelista húngaro tiene una amarga experiencia personal. "He crecido –ha dicho- en el marco de una dictadura en la que, como en todas las dictaduras, lo político lo impregna todo. Por eso no soy un hombre político, aunque debo decirlo en voz baja. Durante la dictadura no ser político era una manera de hacer política". Más que la política, le interesa la vida cotidiana (el sexo, el placer de comer, la alimentación), el ciudadano de a pie (con sus angustias, temores y alegrías) y los acontecimientos históricos pero vistos a través de la trama de las biografías individuales y de los juegos de lenguaje.
La obra de Esterházy está siendo objeto de múltiples reconocimientos: traducciones a diversas lenguas, membresía de academias, invitación a conferencias, versión fílmica de alguna de sus novelas, etc. Entre estas distinciones sobresale el Premio de la Paz de los libreros alemanes, otorgado en 2004, lo que le coloca a la altura de la norteamericana S. Sontag, la niegeriana Chinua Achebe, el filosófo alemán J. Habermas y los escritores latinoamericanos E. Cardenal, O. Paz y M. Vargas Llosa.
La presencia en Lima de Péter Esterházy nos permitirá gozar de su “acrobacia literaria”, su capacidad para pasar, sin más ilación que el lenguaje mismo, de una profunda reflexión sobre la libertad a una receta de cocina.
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