Hacer ciencia y tecnología en el Perú
José Ignacio López Soria
Benjamín Marticorena Castillo
La ciencia y la tecnología en el proyecto moderno
La ciencia y la tecnología se incorporan a la sociedad como componentes esenciales con el proyecto moderno. Esto no significa que antes de la modernidad, es decir de esa forma de organización social que comienza a desarrollarse a partir del siglo XVIII, no hubiera conocimientos científicos y técnicos. Lo único que quiere decir, y no es poco, es que para la sociedad moderna las ciencias y las tecnologías son tan importantes como la democracia representativa, la ciudad, la escuela, la empresa, el ejército permanente, el mercado, las organizaciones civiles y los medios masivos de comunicación y transporte.
¿Cómo se ubican las ciencias y las tecnologías en el proyecto moderno? La modernidad es pensada como un proyecto que se desarrolla paulatinamente en el mundo de la cultura y en el ámbito de la sociedad y que conlleva profundas transformaciones en las creencias, expectativas, hábitos, costumbres y formas de vida de las personas.
En la cultura, el proyecto de la modernidad propugna la liberación de las concepciones y prácticas culturales de la tutela que antes habían ejercido sobre ellas las creencias religiosas y las ideas metafísicas. Este fenómeno recibe el nombre de secularización o desacralización de la cultura. La filosofía, las ciencias, el derecho, la ética, la política, el arte y los sistemas simbólicos quedan, así, libres para desarrollarse. Cada una de estas áreas de la cultura se constituye en una esfera autónoma que se da a sí misma sus propias reglas, no obedeciendo más mandato que el de su propia lógica. La razón queda constituida en tribunal supremo que permite establecer los criterios de verdad, de rectitud y de justicia.
En el ámbito de la sociedad, el proyecto moderno organiza la vida social en subsistemas supuestamente racionales, de los que los más importantes son: la democracia representativa para la gestión macrosocial; la industrialización para la producción y reproducción de bienes y servicios; el mercado para el intercambio; el ejército permanente y la policía para la defensa, la seguridad y el control social; la escuela para la producción y difusión de conocimientos y para la formación cívica y profesional de los ciudadanos; el aparato judicial para la conservación de las normas de convivencia y el uso legal de la violencia; la ciudad como forma privilegiada de ocupación humana del territorio; la prensa escrita y hablada como instrumento de comunicación y expresión y de constitución de opinión pública; los medios masivos de transporte para la circulación de personas y mercancías y para la articulación del territorio.
Todo ello se realiza y se concreta en los estados-nación, forma de organización social que el proyecto moderno considera como ideal.
La introducción y el desarrollo del proyecto de la modernidad en una determinada sociedad traen consecuencias muy profundas para la vida social e individual: cambian los hábitos, costumbres y creencias; las tradiciones pierden su antiguo carácter normativo; los individuos tienen que asumirse como ciudadanos y desarrollar capacidades para relacionarse libremente con otros a través de contratos y acuerdos negociados y para defender racionalmente sus propias opciones de vida; etcétera.
Como en otros países, el proyecto de la modernidad se fue introduciendo en el Perú paulatinamente y en consonancia con procesos nacionales e internacionales. Ocurrió, primero, su enunciación por obra de los ilustrados de la segunda mitad del siglo XVIII, algunos de los cuales se convirtieron en precursores de la emancipación del Perú. Vinieron luego los intentos autonomistas, las guerras separatistas, la declaración de la independencia y la azarosa constitución del estado nacional. Ocupadas preferentemente en estos procesos, las primeras generaciones del Perú republicano descuidaron los otros aspectos del proyecto moderno. Así, la secularización de la cultura y de los valores y la entronización de la racionalidad moderna en los subsistemas sociales y en la vida cotidiana quedaron relegadas por varias décadas.
En el siglo XIX el Perú es testigo de una pugna permanente por la secularización de la cultura, que se manifiesta no solo en los intentos por separar la Iglesia del Estado, tratando de que la primera quede relegada a la esfera privada y excluida de la esfera pública, sino en los esfuerzos por introducir criterios racionales en el mundo de la ética, el derecho y la política y por aclimatar en el Perú el conocimiento científico y sus aplicaciones tecnológicas.
Esta última tarea, la introducción y desarrollo del conocimiento científico y técnico, no fue nada fácil. La herencia colonial ayudaba poco para ello. La ciencia en la época colonial había estado presente en las universidades como complemento formativo de letrados, juristas, médicos y teólogos, pero sometida, como en el medioevo occidental, a las creencias religiosas y, por tanto, en un clima poco propicio para su desarrollo. Los procedimientos técnicos, por otra parte, no lograron tampoco introducirse masivamente, aunque se advierten ciertos esfuerzos al respecto principalmente en la navegación, las fortificaciones, las mediciones climáticas, las construcciones y la minería. Nada de esto, sin embargo, constituía una experiencia acumulada suficiente para desarrollar el proyecto de la modernidad en los aspectos relacionados con el cambio de las condiciones materiales de existencia social: la producción de bienes, la modernización de los servicios, la ocupación racional del territorio, el desarrollo del mercado, la urbanización, etcétera.
El Perú republicano se encuentra, pues, en las primeras décadas débilmente equipado para enfrentar los retos de la modernización. La conciencia de estas carencias comienza, sin embargo, pronto a desarrollarse. Ya San Martín propone la creación de escuelas técnicas y el sabio Mariano de Rivero y Ustáriz intenta introducir mejoras en la explotación minera. Pero estos propósitos iniciales no pueden desarrollarse por la inestabilidad política, inseguridad jurídica, debilidad institucional y falta de recursos económicos de los primeros años republicanos.
A mediados el siglo XIX, sin embargo, las cosas comienzan a cambiar en el Perú como consecuencia, principalmente, de la negociación del guano y de un cierto orden institucional. Se hizo entonces necesario recurrir a los conocimientos científicos e introducir sus aplicaciones técnicas para explotar eficientemente la riqueza minera, extender y modernizar la agricultura, mejorar las construcciones y organizar el espacio urbano, tender la red ferroviaria, articular el territorio y organizarlo racionalmente, conectar las zonas productivas con los centros poblados y los puertos, uniformar los sistemas de medición, registrar los accidentes geográficos y las variaciones climáticas, explorar las fuentes de energía, fortalecer la capacidad de defensa y, en general, sentar las bases del desarrollo industrial.
De esta tarea se encargaron, en primer lugar, ingenieros y científicos extranjeros, contratados especialmente por los gobiernos, y algunos peruanos que se habían formado en el exterior. Pero pronto se advirtió que esto no era suficiente y comenzó a pensarse en la urgencia de formar en el Perú a los científicos, ingenieros y técnicos que el país necesitaba para su desarrollo. Van surgiendo así, en la segunda mitad del siglo XIX, en un proceso de avance y estancamiento, la Facultad de Ciencias de la Universidad de San Marcos, la Escuela de Ingenieros —hoy Universidad Nacional de Ingeniería—, las escuelas de artes y oficios, las escuelas de capataces de minas, los centros para la formación de expertos en navegación y en el arte militar, y se dan los primeros pasos para crear lo que luego sería la Escuela de Agricultura —hoy Universidad Nacional Agraria de la Molina.
A medida que se fue constituyendo el cuerpo científico-técnico capaz de diseñar y conducir el proceso de desarrollo, se fueron creando instituciones que agrupaban a estos profesionales, facilitaban el intercambio entre ellos y orientaban su trabajo al servicio del país. La más importante de ellas fue el Cuerpo de Ingenieros y Arquitectos del Estado, constituido inicialmente en 1852 y reconstituido en 1872. La tendencia hacia la institucionalización del ejercicio profesional y la organización racional del trabajo técnico lleva en 1896 a la creación del Ministerio de Fomento, que se encargará de diseñar y conducir las obras públicas. Al final del siglo XIX, en 1898, se funda la Sociedad de Ingenieros del Perú, que agrupa a ingenieros, arquitectos y empresarios y que será el antecedente de los posteriores gremios profesionales y empresariales y de las academias de ciencias, ingeniería y arquitectura.
En el seno de esta red institucional, constituida por escuelas de formación científica y técnica y por corporaciones de profesionales, se fue elaborando una manera nueva de pensar el Perú que ponía en el desarrollo material, racionalmente diseñado y ejecutado, la fuente del dinamismo del progreso social y humano. Este pensamiento fue cuajando en el “discurso del bienestar” que se difundió en las publicaciones periódicas de la época como Anales de Construcciones y de Minas del Perú y Boletín de Minas, Industrias y Construcciones —ambas de la Escuela de Ingenieros—, Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima, Informaciones y Memorias —de la Sociedad de Ingenieros del Perú—, Anales del Cuerpo Técnico e Industrial del Perú, los anales, boletines, informes y memorias de otras sociedades científicas, profesionales y empresariales, y después la Revista de Ciencias —de la Facultad de Ciencias de San Marcos.
Con estos antecedentes y pese a la interrupción de este proceso debido a la guerra con Chile, el Perú llega al siglo XX con alguna experiencia acumulada en desarrollo científico y técnico y algunos pasos adelantados en el proceso de introducción del proyecto de la modernidad. Basándose en estos avances se inicia el desarrollo de la industrialización que intenta llevar la racionalidad moderna al subsistema de producción de bienes de capital y de consumo y de servicios industriales y urbanos. Además de las industrias textil, minera, agrícola y de construcciones, comienzan a desarrollarse las aplicaciones urbanas e industriales de la mecánica, la electricidad y las telecomunicaciones. Aparece el automóvil y, con él, se inicia la construcción de la red de carreteras. Sin embargo, la orientación preferente del desarrollo hacia las exportaciones primarias le mermó incentivos al progreso industrial hasta bien avanzado el siglo XX. Esto hizo que el desarrollo científico y tecnológico quedase rezagado y que, por tanto, el proyecto de la modernidad se viese más como institucionalización de las lógicas de la democracia —extensión de los derechos civiles y democratización del poder—, del mercado externo —incorporación de nuestra producción primaria al circuito internacional de la mercancía— y de la seguridad —profesionalización de las fuerzas armadas y policiales— que como expansión de la industrialización.
Desde mediados del siglo XX y hasta el final de la década de 1980, el Perú, por condiciones tanto externas como internas, pasa por un proceso acelerado de industrialización por sustitución de importaciones y de urbanización que incentiva y facilita el desarrollo científico-tecnológico y expande enormemente la escolarización de los procesos de formación para el ejercicio de la ciudadanía y la apropiación de competencias para el trabajo en entornos modernos. Pero para entonces, el proyecto de la modernidad se ha desprendido ya de sus raíces culturales y ha centrado sus miras en la modernización de los subsistemas sociales, especialmente de los de gestión pública, producción de bienes y servicios, ocupación urbana del territorio, y producción y difusión de conocimientos científicos y tecnológicos y competencias laborales. Esto explica que los intentos modernizadores se orienten preferentemente a la racionalización del Estado y los servicios públicos, la producción industrial de bienes de consumo, la planificación urbana y regional, las construcciones y edificaciones urbanas, la extensión de las telecomunicaciones, la ampliación y modernización de la infraestructura vial, la creación de una red de instituciones de investigación y desarrollo (CONCYTEC, IPEN, IMARPE, IGP, INICTEL, INIA, INGEMMET, INS, INRENA, etcétera), la expansión de la oferta formativa de nivel básico y la ampliación y diversificación de la de nivel ocupacional y profesional. En este entorno la ciencia y la tecnología tienen una presencia notablemente mayor que la que tuvieran en épocas anteriores. La vida social entera se está tecnificando y, por tanto, acceder a la cultura científico-tecnológica se convierte para todos en una necesidad.
En la última década del siglo XX se acelera el proceso de tecnificación, con un desarrollo notable de las telecomunicaciones, los medios para el tratamiento electrónico de la información y las biotecnologías. Esto, unido a los procesos de globalización, plantea nuevos retos científicos y tecnológicos y exige altos estándares de competencia y calidad para participar en el intercambio mundial y satisfacer las necesidades internas.
Retos y perspectivas de la actualidad
Desde hace una década, la sociedad mundial está siendo retada por el fenómeno de la economía global en la que el principal bien transable es la información con que cada sociedad produce lo que requiere para vivir, intercambiando servicios y bienes con las demás en las relaciones comerciales y culturales. La información es generada principalmente por personas y por instituciones de ciencia y tecnología. De allí que la sociedad global sea, alternativa y acertadamente, señalada como Sociedad de la Información y el Conocimiento. La incitación para acceder a ella se ha presentado ante las naciones del mundo, habiéndolas encontrado en sus respectivas distintas circunstancias. Algunos países están logrando grandes progresos en el marco del nuevo ordenamiento mientras otros están postergando peligrosamente su más importante decisión de política, que se da en los terrenos de la investigación científica y de la educación.
Dada la gran competencia mundial por abastecer mercados limitados de bienes y servicios, los países con gobiernos más ilustrados están fortaleciendo sus sistemas de ciencia y tecnología, a fin de ocupar espacios en los que han logrado acumular ventajas de calidad y costos de determinados productos, en comparación con los demás. En todo país emergente al que volvemos la mirada, encontramos sistemas de ciencia y tecnología con organismos directores sólidamente respaldados que promueven programas en los que se reúnen ciencia y producción, constituyéndose en verdaderos promotores de desarrollo material basado en el conocimiento y en la investigación científica como variable estratégica principal. El Perú está esforzándose por participar en esa tendencia mundial que amplía la capacidad de investigación científica vinculándola a la economía. En setiembre del 2003, reunidos en Madrid, los ministros y autoridades de ciencia y tecnología de los países de América Latina y la península Ibérica, acordaron recomendar a sus respectivos gobiernos “Fijar como objetivo indispensable, en el más corto plazo posible, la inversión en Ciencia, Tecnología e Innovación, en el orden del 1% del PBI nacional de cada país”, agregando un llamado urgente para “Incluir la Ciencia, Tecnología e Innovación en las políticas, planes y estrategias de desarrollo, asignando los recursos humanos, financieros y de infraestructura necesarios”.
Los esfuerzos del Perú deben orientarse a la formación de capacidades humanas de nivel mundialmente competitivo en áreas prioritarias por su relación con la economía; a financiar los programas de investigación científica y de innovación tecnológica que hagan competitivos a nuestros productos en los mercados interno y externo y a equipar adecuadamente los laboratorios y talleres en los que esos trabajos tengan lugar. Deberá ponerse especial atención a la calidad de la educación de los profesionales y los investigadores, y en promover su participación en redes nacionales, regionales y mundiales de investigación y de información, como expresión de la voluntad de relacionarse con los demás países como socio igual, con ímpetu intelectual, ingenio y cultura.
¿Cuáles son los campos de la investigación que más convienen al Perú de estos tiempos? Aunque es ésta una cuestión que puede tener distintas respuestas dependiendo de la visión social y filosófica de cada quien, hay un amplio consenso en el país acerca de cuáles son esos campos prioritarios. Uno es el de la biología en su sentido más amplio, con el fin de dar valor económico a la amplia diversidad biológica de nuestro territorio. Un segundo campo es el de las ciencias de materiales, que deben permitirnos tener mejor calidad de vida y mayor rentabilidad económica sobre la base de un ámbito productivo que desde hace mucho es la base de nuestra economía y continuará siéndolo por mucho más: la minería metálica y no metálica y la metalurgia de transformación. Un tercer campo prioritario de investigación y promoción es el de las tecnologías de información y comunicación, llamadas TIC, como vehículo y contenido de la información y el conocimiento. Un cuarto campo es el de las denominadas Tecnologías Limpias, para el desarrollo industrial y para los servicios básicos en las regiones más afectadas por la pobreza en el Perú. Un quinto campo, tan importante como los anteriores, es el de las ciencias básicas, que debe permear a los profesionales y a la sociedad entera para acrecentar el universo de conceptos, procedimientos y códigos sobre el que se asienta toda la actividad de producción científica y tecnológica.
Una reflexión final es indispensable. Cuando vemos que se distancian la sensibilidad cultural del desarrollo tecnológico dando lugar a disputas entre grupos sociales y a conflictos del individuo con su entorno social, o cuando presenciamos la confrontación de pueblos que se destruyen entre sí en guerras civiles o internacionales, amparados en sus historias, hábitos, rasgos físicos y confesiones religiosas, e intereses económicos, constatamos que frente al desarrollo de la tecnología mundial y de sus matrices científicas, el sentimiento de seguridad, el sentido de pertenencia y, en última instancia, el sentido común de las comunidades humanas tienen un tiempo propio de maduración y adaptación a los cambios rápidos de la tecnología y a los hallazgos espectaculares de la ciencia. Esta situación irá creciendo a medida que avance el siglo XXI. Es probable que los descubrimientos en la naturaleza sean tan extraordinarios que nos cueste incorporarlos a nuestro sentido común, habituado a evolucionar en tiempos menos vertiginosos. De allí que, tan importante como crear las condiciones para el más amplio desarrollo de la ciencia y la tecnología para mejorar las condiciones materiales de vida de las personas, sean las políticas y acciones que permitan liberar su talento creativo en el arte y el vasto mundo de lo simbólico.
Presentación del volumen XII
A diferencia de otros volúmenes de esta misma enciclopedia, el volumen sobre ciencia y tecnología es fruto de un trabajo colectivo en el que han participado científicos e ingenieros, expertos todos ellos en el tema que les tocó desarrollar. El trabajo de coordinación ha consistido, fundamentalmente, en identificar los temas y los expertos para desarrollarlos, distribuir las tareas, proponer pautas para elaborar las presentaciones, hacer que éstas se ajustasen a las proporciones preestablecidas y cumplir los plazos que nos habíamos fijado. Fue necesario para ello limitarnos a reseñar lo esencial de los temas encomendados, privilegiando además el desarrollo de la ciencia y la tecnología modernas y, por tanto, refiriéndonos principalmente a los siglos XIX y XX de nuestra historia. En algunos capítulos, sin embargo, se recogen algunas informaciones de épocas anteriores.
La secuencia de los capítulos responde a un orden lógico. Después de esta introducción, que trata de situar el quehacer científico y técnico en la historia republicana y de identificar los retos que plantea la actualidad, los capítulos siguientes, del 2º al 7º, presentan el quehacer científico en nuestro país, en conexión siempre con la evolución de las ciencias en el mundo. El capítulo 8º da cuenta de los típicos fundamentales de la historia de la ingeniería en el Perú. Siguen luego tres capítulos, el 9º, el 10º y el 11º, que presentan el desarrollo de la ingeniería en tres áreas claves para el desarrollo nacional: minería, agricultura y pesquería. Los tres capítulos siguientes, el 12º, el 13º y el 14º, abordan el problema del transporte terrestre, fluvial, marítimo y aéreo. El capítulo 15º presenta el desarrollo de la construcción y el urbanismo. En el capítulo 16º se da cuenta de la introducción y extensión de las modernas tecnologías de la información y las comunicaciones. Y, finalmente, el último capítulo presenta, de manera resumida, el proceso de implantación y desarrollo de la formación científica y técnica en el Perú.
Ilustran los temas diversas imágenes y gráficos que facilitan la comprensión. Las ilustraciones fueron o bien incorporadas en la narración o bien sugeridas por los autores de los capítulos o aportadas por los redactores de El Comercio.
El volumen está enriquecido con noticias cortas sobre obras de ingeniería e inventos peruanos y, además, con breves biografías de personajes que han aportado significativamente al desarrollo de la ciencia y la tecnología en el Perú. Para la elaboración de estas informaciones, especialmente de las biografías, hemos contado con la valiosa colaboración de Martín Ueda Tsuboyama y Leticia Quiñones Tinoco.
Nuestro agradecimiento va dirigido, en primer lugar, a los colaboradores del volumen por un trabajo en el que han tenido que hermanar profundos conocimientos del tema y sencillez en la exposición, y, además, a los redactores de El Comercio, quienes han revisado los textos, ilustrado los capítulos y organizado todo el material para darle la forma final.
Notas
(1) Publicado en: López Soria, José Ignacio (coord..): Enciclopedia temática del Perú. T. XI: Ciencia y tecnología. Lima, Orbis Ventures S.A.C. (El Comercio), 2004, p. 9-14.
Datos personales
- José Ignacio López Soria
- Lima, Peru
- Filósofo e historiador. Nace en España en 1937 y llega al Perú como jesuita en 1957. Formación: humanidades clásicas y literatura, filosofía e historia. Especialización sucesiva: narrativa latinoamericana, filosofía moderna, filosofía de la existencia, historia de la emancipación peruana, pensamiento lukacsiano, historia de la ingeniería peruana y filosofía de la interculturalidad Profesor de la UNI (y rector 1984-89) y otras instituciones académicas en Perú, Budapest, Brasil y Túnez. Autor de 26 libros, 70 colaboraciones en obras colectivas y 150 artículos en revistas. Actualmente dirige el Centro de Historia UNI y es profesor de postgrado en la Universidad Nacional de Ingeniería. Participa activamente en el debate intelectual peruano desde la sociología de la literatura, el marxismo lukacsiano, las perspectivas postmodernas y la filosofía de la interculturalidad. En su libro "Adiós a Mariátegui. Pensar el Perú en perspectiva postmoderna" propone, como horizonte utópico de la actualidad, la convivencia digna, enriquecedora y gozosa de las diversidades que enriquecen a la sociedad peruana. Contacto: jilopezsoria@gmail.com
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