José Ignacio López Soria
Presentación
del libro Pensamiento y acción en González Prada, Mariátegui y Haya de la Torre
(Lima: Fondo Editorial PUCP, 2012), de Eugenio Chang-Rodríguez. Lima, Centro
Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 27 abril 2012.
Anotación preliminar
Mi presentación de Pensamiento y acción en González Prada,
Mariátegui y Haya de la Torre de nuestro amigo, el profesor Eugenio Chang-Rodríguez,
se compone de tres partes. Primero me referiré sucintamente al autor,
describiré luego algunos aspectos del libro, y terminé con algunos
comentarios.
Sobre el autor
Además de profesor
universitario, principalmente en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, la
famosa CUNY, y en otras muchas casas de estudio, Chang Rodríguez es un promotor
de seminarios y encuentros académicos relacionados especialmente con temas
lingüísticos y literarios, así como un participante activo en academias de la
lengua y en asociaciones internacionales, y un incansable autor de artículos y
libros sobre lingüística, literatura, cultura, historia y pensamiento político,
centrados esencialmente en temas latinoamericanos o, como él mismo dice, “indoamericanos”
o “novomundanos”. Son conocidas, por lo
demás, su adhesión al APRA, su estrecha amistad con Haya de la Torre y los
líderes de este partido y su cercanía a la cultura china. No encontramos, pues,
ante un autor multidimensional tanto en sus pertenencias culturales cuanto en
sus preferencias académicas y su variado ejercicio profesional, un autor que se
distingue, además, por un compromiso
político definido y un esmerado cultivo de la amistad.
Creo que es importante
tener en cuenta la diversidad de mundos culturales y geográficos en los que el
autor de mueve (las dos América, Europa y Asia) y las opciones culturales y
políticas con las que se ha comprometido, porque de todo ello se advierten las
huellas en el libro que hoy presentamos.
Sobre el libro
No es esta, por cierto,
la primera vez que Chang-Rodríguez se ocupa de González Prada, Mariátegui y
Haya de la Torre. En su amplísima lista de publicaciones son frecuentes los libros y artículos en
diccionarios, obras colectivas y revistas sobre estos tres fundadores del
pensamiento crítico peruano. Hasta me atrevería a suponer, aunque no deje de
ser una osadía porque no he hecho el análisis correspondiente, que, en Pensamiento y acción en González Prada, Mariátegui y
Haya de la Torre, el maestro Chang-Rodríguez
recoge, reelabora y rearticula sus anteriores aproximaciones a estos pensadores
y, al ponerlas juntas, facilita la comparación y la valoración de sus aportes
al proyecto relativamente compartido de transformar las condiciones de
existencia y las maneras de pensarnos y de procesar simbólicamente nuestra
experiencia histórica.
Tengo para mí que esta
posibilidad de cotejo y apreciación que el libro abre es una de las
contribuciones sustantivas de Chang-Rodríguez en el texto que presentamos. Al
traer juntos a la presencia a los mencionados pensadores, dando cuenta de sus
trayectorias, afinidades y divergencias, Eugenio nos convoca a pensar el
proceso del hacerse del pensamiento crítico en el Perú en clave moderna como
dimensión de nuestro propio presente. Un pensamiento del que yo he propuesto “despedirnos
sin olvidarlo” en mi libro Adiós a
Mariátegui. Pensar el Perú en perspectiva postmoderna (Lima: Fondo
Editorial del Congreso del Perú, 2007) por considerar que la matriz epistémica,
ética, política y social de los pensadores que Chang-Rodríguez estudia
constituye el pasado reciente de nuestro propio presente pero no puede ya servir
de fuente de inspiración para pensar el Perú del siglo XXI.
Después de una primera parte en
la que se trazan los rasgos del proceso histórico peruano del siglo XIX y
primeras décadas del XX, el libro se centra en los tres personajes mencionados,
para terminar con una amplísima bibliografía.
En los trazos de la historia
peruana hay una evidente preferencia por los aspectos políticos, económicos y
sociales, con una menor incidencia en los culturales e ideológicos y, como
suele ocurrir, apenas unas pinceladas sobre la transformación física y la
gestión del territorio.
El esquema para abordar el
pensamiento y la acción de los tres personajes concernidos es similar.
Comienza, en cada caso, con datos de la biografía, relacionados con el origen
familiar, la formación y la intervención en el espacio público. Vienen después
la presentación y el análisis de algunos aspectos de esa intervención tanto en
el campo de la producción intelectual o artística como en el de la acción
social y política. Y termina la presentación con informaciones y valoraciones sobre
el legado de cada uno de ellos.
El enfoque de las biografías es
ya significativo. La vida de González Prada es “ejemplar”, la de Mariátegui
“trunca” y la de Haya de la Torre “infatigable”. La ejemplaridad de don Manuel
radica en su heroica protesta contra su propio entorno familiar, social y
cultural. El truncamiento en José Carlos se debe a una debilidad física y a una
pobreza formativa que le impidieron llegar a la madurez y fortalecer las
alternativas que propiciaba. La infatigabilidad de Víctor Raúl se pone de
manifiesto en su condición de viajero impenitente, difundidor transcontinental
de su propuesta y promotor por doquier de células de su movimiento. La
heroicidad de González Prada no se contradice con sus ausencias voluntarias de
la esfera pública. La debilidad de Mariátegui le lleva a refugiarse en un
misticismo religioso. El activismo sin desmayo de Haya se manifiesta en una
búsqueda afanosa de nuevos socios políticos y nuevos horizontes teóricos para extender
su movimiento y adecuar sus propuestas a los signos de los tiempos.
En cuanto a la presentación del
pensamiento y la acción de los personajes, Chang-Rodríguez se atiene a un
esquema similar en los tres casos, con algunas variantes. En los tres estudia
la posición con respecto a la religión y al clero, la crítica social y la
propuesta política y la participación en el debate sobre el indigenismo. En el
caso de González Prada y Mariátegui, analiza, además, la actividad literaria,
mientras que en el de Haya de la Torre añade el tema de espacio-tiempo
histórico como aporte del fundador del APRA a la filosofía de la historia.
Este esquema expositivo,
relativamente similar, obedece a la idea de que los tres se enfrentan, en el
fondo, a los mismos problemas: el dominio de la oligarquía, la posición
conservadora de la Iglesia y la necesaria “redención” del indígena. A estos
tres temas hay que añadir, en el caso de Mariátegui y Haya, la denuncia del
imperialismo que opera a través de la oligarquía agro-minero-exportadora y de
la naciente burguesía industrial urbana, y, solo en el caso de Mariátegui, la
superación del capitalismo.
Los socios naturales para llevar
a cabo la transformación que se propone son, en la enunciación primigenia de
González Prada, los trabajadores manuales e intelectuales, con una preferencia
manifiesta por los artesanos y sus organizaciones anarquistas. Mariátegui recoge el mensaje de González
Prada, pero da primacía a los obreros y trabaja para organizarlos sindical y
políticamente. Haya, ateniéndose igualmente a la prédica de don Manuel, pone
sus miras en una alianza de clases que
incluye a la pequeña y mediana burguesía nacional. En los tres se advierte una clara tendencia a
trabajar tanto en el frente social como en el cultural porque no se trataba
solo de cambiar las estructuras socio-económicas y políticas sino de construir
una nueva hegemonía.
Resumiendo y esquematizando un
tanto la rica y documentada exposición de Chang-Rodríguez, González-Prada es un
heroico y punzante abridor de caminos, Mariátegui un místico soñador en un
imposible socialismo heterodoxo, y Haya un innovador de alternativas realizables
para la transformación de “Indoamérica”. El autor, por otra, deja constancia de
los conocidos acomodos del APRA de mediados del siglo XX en adelante.
La larga exposición de Chang-Rodríguez
viene precedida de una presentación de Germán Arciniegas y un prólogo de Robert
J. Alexander. Para Arciniegas, González Prada es un “borbotón romántico,
anárquico y apasionado”; Mariátegui “una figura vacilante”, un “aprista
trunco”, pero no “un devoto fiel de los mitos del Kremlin”; y Haya “una figura
de leyenda en el mundo americano”,
protagonista de “la revolución antioligárquica”. Si González Prada, dice
Arciniegas atrevidamente, fue la tesis, Mariátegui fue la antítesis y Haya la
síntesis.
Más moderado y ateniéndose al
texto de Chang-Rodríguez, Alexander se limita a señalar que el anticlericalismo
de González Prada no influyó en sus dos discípulos más conspicuos, los cuales
sí recogieron sus ideas sobre la alianza entre las fuerzas laborales y la clase
media y sobre la liberación de los amerindios de su centenaria opresión. Y
termina señalando que “Probablemente su análisis de la ideología del fundador
del aprismo y sus concepciones filosóficas inspiradas en Einstein y Toynbee es
quizás la parte más útil del presente libro de Chang-Rodriguez.”
Para el propio autor, el libro se
basa en sus investigaciones sobre la interrelación entre las ciencias sociales
y el ensayo hispanoamericano cuyo primer fruto ofreció hace algo más de medio
siglo.
Comentarios
Cabe preguntarse, al hilo de las
reflexiones planteadas por Hannah Arendt en On
Revolution (1963), si los fundadores del pensamiento crítico en el Perú apuntaban,
como los jacobinos franceses, a una revolución social de base moral que
atendiese las demandas de las masas aun a costa del deterioro de las
instituciones democrática, o si pretendían, como en la revolución americana, crear una
institucionalidad política que asegurase el control del Estado para ponerlo al servicio
de la ciudadanía y de los intereses nacionales. El autor del libro que presentamos
toca este tema. Por un lado, alude a la base moral que subyace a los pensadores
concernidos, emparentándola con el cristianismo agónico, a lo Unamuno, en
González Prada, con el misticismo cristiano y la concepción soreliana del mito,
en Mariátegui, y con un difuso humanismo de índole masónica, en Haya de la
Torre. Por otro lado, se ocupa de trazar algunos rasgos de la institucionalidad
que cada uno de los actores-pensadores políticos estudiados propone:
articulación de gremios de artesanos y de intelectuales rebeldes e innovadores,
siguiendo el dictamen del anarquismo y del positivismo cientista a lo Comte,
pero sin llegar a la concreción en alguna forma de Estado (González Prada); la
formación de sindicatos y de un partido socialista, en asociación con las
vanguardias artísticas, para superar el feudalismo imperante, el naciente
capitalismo y el agobiante imperialismo por la vía de un socialismo heterodoxo (Mariátegui);
y la constitución de un frente único antiimperialista de trabajadores manuales
e intelectuales como base social de un “Estado antiimperialista” que “nacionaliza”
al capitalismo “desimperializándolo” (Haya de la Torre).
Con respecto a este tema, el
autor ofrece una abundante y documentada información, y esto no es poco, pero
pienso que la forma expresiva adoptada, la biografía, aunque sea intelectual y
política, no es la más propicia para un análisis en profundidad de este
complejo asunto. El problema queda planteado y ya el plantearlo es una
convocación a pensarlo en profundidad para abandonar de una vez de los clichés que
sobre los personajes concernidos y sus propuestas pueblan el imaginario
colectivo.
Mi segundo comentario
tiene que ver con el empeño que los tres pensadores-actores políticos, fieles
al mensaje de la modernidad ilustrada, ponen en la educación del pueblo. Se
trata, en los tres casos, de convencer a las masas de que la situación de
pobreza en la que se encuentran no es inherente a la condición humana ni
resultado de un designio divino, sino que está enraizada en estructuras
socio-económicas de carácter histórico que precisamente ellos, los pensadores
críticos, se proponen describir, explicar y transformar. La implicación en el
trabajo periodístico y de revistas, la creación y difusión de las universidades
populares González Prada y el compromiso con la reforma universitaria se
inscriben precisamente en este marco, como se inscribe también, a su manera, la
creación de “células” y sindicatos como espacios de formación de los
trabajadores, de articulación y representación de sus demandas y de
racionalización de sus luchas. Coinciden, además, nuestros pensadores en la
idea de que no basta simplemente con educar, porque también la
institucionalidad y la práctica educativas pueden ser funcionales, y de hecho
lo eran en el Perú, al sistema de dominación imperante. A una educación
debidamente reformada, tanto en el nivel básico como en el superior, había que añadir la formación de partidos
políticos orientados a la necesaria transformación de las estructuras del poder.
El estudio de Chang-Rodríguez aporta abundante información sobre estas dos
caras del empeño de los padres del pensamiento crítico y la acción
transformativa. Este aporte es ya una invitación a seguir trabajando el tema
para dilucidar en qué medida estas dos dimensiones -la epistémica, axiológica y
simbólica, de un lado, y la material, de otro- se complementan y articulan en
nuestros pensadores.
Este asunto –y es mi
tercer comentario- va de la mano con otro que dejo sólo indicado: la
coincidencia de González Prada, Mariátegui y Haya de la Torre, según nuestro
autor, en que la lucha por la
transformación se libra tanto en terreno de la cultura como en el del poder.
Cultura y poder no van por cuerdas paralelas, como enfatizaron los biografiados
y analizan hoy los estudios culturales, postcoloniales, subalternistas y de la
colonialidad del poder y del saber. Chang-Rodríguez deja anotados algunos
aspectos de ello, pero no se propone analizarlos en profundidad, debido, reitero,
a su preferencia por la biografía como forma narrativa en este libro.
No puedo dejar de
anotar que el tratamiento a Mariátegui me parece, en alguna medida, desigual. Aunque, por un lado, la información
proporcionada sobre el Amauta y su obra es abundante y minuciosa, por otro, la
caracterización de su vida como “trunca” y de su formación como insuficiente, la
consideración de que su moral revolucionaria es hija de una acendrada
religiosidad de perfil místico, la insistencia en las limitaciones que le
impone su debilidad física, y la valoración de su propuesta como desajustada a la realidad peruana son “interpretaciones” ya
oídas y ciertamente discutibles.
No quiero terminar,
primero, sin reconocer la deuda que todos contraemos con el investigador
Eugenio Chang-Rodríguez por la enorme cantidad de información que nos
proporciona y por el procesamiento ordenado de la misma, y, segundo, sin
sugerirle que publique los documentos y correspondencia que guarda de Haya de
la Torre y de la historia del APRA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario