José
Ignacio López Soria
Publicado como “Modernidad e interculturalidad”. En:
Lavado, Lucas. Los roles de la filosofía. Lima, Univ.
Inca Garcilaso de la Vega, 2007, p. 280-302.
Por Omar Jaimes
Para los que
gustan de las reflexiones filosóficas serias y profundas, les comparto aquí una
entrevista realizada por Lucas Lavado, a uno de mis escritores favoritos, el
filosofo José Ignacio López Soria, en un dialogo agudo y muy enriquecedor en
torno a la importancia y el nuevo rol que deben asumir los filósofos de
nuestros días, el peso de la hermenéutica y la interculturalidad para nuestra
región, la explicación del sentido en su búsqueda por superar sin olvidar al
discurso moderno, y por ultimo la mención de algunos escritores que ya están
haciendo y ganando su espacio con sus estudios de la filosofía peruana, entre
los cuales vemos algunos nombres conocidos. Sin mayor preámbulo espero
disfruten este texto tanto como yo.
Por Lucas Lavado
José Ignacio
López Soria nació en España, en 1937. Vino como jesuita al Perú en 1957.
Estudió con
los jesuitas, en el Perú y España, humanidades clásicas y filosofía, y luego,
ya como seglar, terminó los estudios de historia en Lima y pasó 5 años en
Hungría haciendo investigaciones sobre Gyorgy Lukács.
Es licenciado
en Filosofía, doctor en Filosofía, doctor en Historia y Ph. D (filosofía).
Desde 1967 está ligado, como profesor, a la Universidad Nacional de Ingeniería,
institución de la que fue rector en el periodo 1984-1989. Ha enseñado, además,
en otras universidades peruanas y extranjeras.
Es autor de 21
libros de historia y filosofía, varias decenas de artículos en revistas
especializadas del Perú y el extranjero, y frecuentes colaboraciones en las
páginas de opinión en los periódicos de Lima. Libros de filosofía: El pensamiento de José Baquíjano y Carrillo
(1971), Ideología económica del “Mercurio
Peruano” (1972), El modo de
producción en el Perú y otros ensayos (1977), De lo trágico a lo utópico. El primer Lukács (1978), El pensamiento fascista (1930-45)
(1981), Educación y Cultura para un
Proyecto Nacional (1987). Tiene en prensa los libros: Claves para pensar Iberoamérica (como editor) y Adiós a Mariátegui. Pensar en el Perú en
clave postmoderna.
Actualmente es
profesor de posgrado en la Universidad Nacional de Ingeniería y en la
Universidad Mayor de San Marcos, y representante permanente y director regional
de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y
la Cultura para Bolivia, Ecuador y Perú (Lucas Lavado).
Lucas Lavado (LL). Permítame
comenzar preguntándole sobre una de sus actividades aparentemente reñidas con
la filosofía. Me refiero a su desempeño como rector de la Universidad Nacional
de Ingeniería. Si bien los debates sobre el tema quedaron atrás, se suele
pensar que la filosofía y los filósofos poco tienen que ver con actividades
prácticas. Sería interesante que nos dijera cómo es que la formación de
filósofo puede ser útil no solo para el magisterio, sino también para la
gestión del conocimiento y de las organizaciones. (Un ejemplo de filósofo capaz
de convertir sus reflexiones en acciones y artefactos es Miguel Ángel
Quintanilla, que, entre otras actividades, dirige Novatores, que es una
plataforma virtual para asesorar en ciencia y tecnología).
José Ignacio López Soria (JILS). Como
es sabido, hay una filosofía teórica y una filosofía practica. La primera
enseña a pensar; la segunda, a comportarse correctamente. La base de cualquier
gestión eficiente es la capacidad de discernir y la voluntad de obrar conforme
a principios éticos. Estos dos componentes, el discernimiento y la moralidad,
son condiciones necesarias de toda gestión socialmente eficiente, subrayando el
término “socialmente” porque la eficiencia, cuando se trata de gestionar una
entidad pública, consiste en hacerlo de tal manera que esa institución
desempeñe adecuadamente las funciones que la sociedad le ha atribuido. Los
componentes técnico-administrativos de la gestión se sacan de la propia
experiencia, se aprende de los expertos y se delegan a ellos.
Me parece bien
el ejemplo de mi amigo Miguel Ángel Quintanilla, hoy secretario de Estado
(viceministro) de universidades del Ministerio de Educación de España. Tenemos
otros ejemplos más cercanos: el filosofo José Carlos Ballón conduce, con
comprobada eficiencia, el Fondo Editorial de la Universidad de San Marcos; Juan
Abugattás fue un excelente viceministro de gestión pedagógica; Luis Bacigalupo
lleva hoy, en la Universidad Católica, la relación con los sectores sociales;
Pepi Patrón ha conducido con maestría los destinos de Transparencia
[1].
Por otra parte
mi larga permanencia en la UNI
[2] me permitió caer en la cuenta de que, además
del discurso de las libertades, se ha desarrollado en el Perú un moderno
discurso del bienestar, elaborado por ingenieros, científicos y arquitectos, y
que generalmente desconocemos los filósofos y científicos sociales. Junto a los
ingenieros y arquitectos aprendí a pensar la cuidad y a ver la estrecha
relación que existe –y que Lukács pensara en Teoría de la Novela- entre la
novela moderna y la vida urbana. Mis aportes a la historia de la ingeniería
tienen que ver, igualmente, con mi condición de profesor de la UNI.
LL. ¿Qué rol puede desempeñar
la filosofía en un mundo globalizado, de cambios fenomenales y crisis
permanentes?
JILS. Lo que le toca hoy a la filosofía, como le ha tocado siempre,
es elevar a concepto las condiciones de existencia para ayudarnos a saber a qué
atenernos y orientarnos en el mundo. La complejidad de las condiciones actuales
hace más difícil la tarea para la filosofía. La dificultad viene principalmente
de tres componentes de la actualidad que se co-pertenecen: el debilitamiento de
las seguridades a las que el pensar moderno nos tenía acostumbrados, la globalización
o conformación del sistema mundo, y la liberación de las diferencias o toma de
palabra por las diversidades. Cada una de estas tendencias y las tres en su
conjunto nos ubican en un contexto de pérdidas y ganancias que hay que saber gestionar
racional y acordadamente.
La pérdida de
las seguridades desemboca frecuentemente en fundamentalismos y relativismos,
posiciones que descarto por inadecuadas. Me parece filosóficamente más
fructífero que esa pérdida conduzca a la perplejidad, actitud que es, a mi
juicio, la más propicia para hacer que la pérdida mute en ganancia. La
ganancia, sin embargo, no consiste en sustituir unas seguridades por otras,
sino más bien en atenernos a convencimientos (cognoscitivos, éticos, jurídicos,
políticos, etc.) abiertos al diálogo y respetuosos de la diversidad.
La
globalización puede llevarnos a una indeseable homogeneización o a catástrofes
ecológicas ahora ya imaginables, pero puede igualmente ensanchar y allanar los
caminos para la apropiación de la riqueza humana, e incluso convencernos de la
urgencia de un trato amigable con la naturaleza.
La liberación
de las diferencias puede terminar en relativismos que pretendan justificar lo
injustificable, pero más frecuentemente consiste en la toma de la palabra por
otros para contarnos su propia historia y sus maneras de ver y vivir su ser en
el mundo. Tomada en serio, la liberación de las diferencias constituye el
entorno necesario para una convivencia gozosa y enriquecedora de diversidades.
Lo que en
realidad quiero decir, y lo digo enfáticamente, es que ante las sombras del
presente asoman luces, que el invierno que atravesamos anuncia una nueva
primavera. De nuestro compromiso depende de que brille la luz y brote la
primavera.