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Lima, Peru
Filósofo e historiador. Nace en España en 1937 y llega al Perú como jesuita en 1957. Formación: humanidades clásicas y literatura, filosofía e historia. Especialización sucesiva: narrativa latinoamericana, filosofía moderna, filosofía de la existencia, historia de la emancipación peruana, pensamiento lukacsiano, historia de la ingeniería peruana y filosofía de la interculturalidad Profesor de la UNI (y rector 1984-89) y otras instituciones académicas en Perú, Budapest, Brasil y Túnez. Autor de 26 libros, 70 colaboraciones en obras colectivas y 150 artículos en revistas. Actualmente dirige el Centro de Historia UNI y es profesor de postgrado en la Universidad Nacional de Ingeniería. Participa activamente en el debate intelectual peruano desde la sociología de la literatura, el marxismo lukacsiano, las perspectivas postmodernas y la filosofía de la interculturalidad. En su libro "Adiós a Mariátegui. Pensar el Perú en perspectiva postmoderna" propone, como horizonte utópico de la actualidad, la convivencia digna, enriquecedora y gozosa de las diversidades que enriquecen a la sociedad peruana. Contacto: jilopezsoria@gmail.com

28 oct 2021

Miradas a la modernidad en el siglo XX

José Ignacio López Soria

 

Publicado en:
Aranda Dioses, Edith (1919),
El proyecto urbano moderno de las company towns en el Perú.
La Oroya y Talara, 1940-1970.
Lima: UNMSM / UNI …, pp. 13-17.

 

Pocas veces, si alguna, se pone de manifiesto, de manera tan clara e integral, la relación forma/función del modernismo arquitectónico como en los campamentos y ciudades empresa del capitalismo industrial del siglo XX. Edith Aranda, socióloga de formación y distinguida profesora de la UNI, viene estudiando este tema desde hace años y dando cuenta parcial de sus resultados en escritos anteriores.  Hoy, con la publicación de El proyecto urbano moderno de los company towns en el Perú: La Oroya y Talara, 1940-1970, la autora nos entrega un texto rico en información (histórica, económica, social, urbanística, política y cultural), bien organizado, con posiciones convincentemente sustentadas, y de fácil y agradable lectura. El repaso de sus páginas nos permite asistir al proceso de conformación y desarrollo de dos espacios urbanos emblemáticos, La Oroya y Talara, presentados ambos por la autora como ejemplos de “enclave” del capital extranjero y de vigencias modernizadoras en entornos esencialmente tradicionales.

El objetivo del trabajo es claro. Se trata, es cierto, de describir el mencionado proceso de constitución y progreso de dos campamentos convertidos luego en ciudades empresa, pero lo que se pretende en realidad es desentrañar la relación entre forma urbanística y habitacional, de un lado, y, de otro, construcción de identidad, formación de socialidad, elaboración de cultura y facilitación del reconocimiento y ejercicio del poder. En cada caso, se comienza presentando la historia del proceso de poblamiento inicial del espacio, no sin esbozar las relaciones con el entorno, y se da cuenta del establecimiento en la zona de la empresa en cuestión, con ciertos apuntes sobre la economía regional circundante. Se estudia luego la estructuración urbana y habitacional y el tipo de identidad y socialidad (mundo de la vida) que ellas pretenden configurar. Se analiza a continuación el proceso mismo de socialización poniéndose énfasis en los aspectos culturales y, concretamente, en la dialéctica tradición/modernidad a la que los pobladores se encuentran incorporados. La parte final de cada estudio está reservada para el análisis de la microfísica de un poder que puede manifestarse sin ambages por la condición de “enclave” que el poder político nacional concedió generosamente a las empresas extranjeras.

El estudio central, capítulos III y IV, está seguido de un análisis comparativo  que “contrasta”, subrayando las diferencias, lo ocurrido en La Oroya (modelo logrado solo a medias) con lo que pasó en Talara (modelo desarrollado plenamente). Esta metodología del contraste no impide a la autora hacer caer en la cuenta de las similitudes entre ambos espacios: el paso de condiciones y formas de vida tradicionales a modernas (con cierto mantenimiento de vigencias locales), diversificación de la estratificación social, generalización del trabajo asalariado, orden coercitivo que supedita la vida enteramente (incluyendo el ámbito de lo privado) al proceso de producción, fomento de la capacitación en el proceso laboral, influencia en las relaciones y formas de producción del entorno de las ciudades empresa, etc.

Anteceden al estudio concreto de la realidad dos capítulos dedicados, el primero, a la presentación del cuerpo conceptual y, concretamente, al estudio de la relación entre ciudad y modernidad, y, el segundo, al repaso de la historia de la modernización urbana en América Latina, poniéndose el énfasis en los proyectos de company towns y sus efectos en la socialidad.

Estamos, pues, ante un texto que presenta el tema de los campamentos y ciudades empresa desde una rica variedad de dimensiones. Para lograr esta diversidad de perspectivas y luego conjugarlas en una visión articulada, la autora ha tenido que revisar una abundante bibliografía (filosófica, histórica, urbanística, sociológica, etc.), estudiar minuciosamente decenas de documentos oficiales, recoger información y posicionamientos de las empresas concernidas, analizar las publicaciones periódicas de la época (principalmente boletines de minas e ingeniería), desarrollar trabajo de campo para reunir información y testimonios de los habitantes,  e incluso acercarse a la literatura que refigura aspectos de la vida en los company towns (M. Scorza, C. Calderón Fajardo, …).

El estudio de Edith Aranda nos sitúa de un tramo -el de 1940 a 1970- del proceso de “modernización” de la sociedad peruana en el que la ciudad, la industria, los sectores medios urbanos y los trabajadores organizados son los actores más relevantes. Se trata de una época de nuestra historia en la que el antiguo orden oligárquico estaba jugando su última partida, pero en el escenario no se perfilaba una burguesía industrial urbana con un proyecto social alternativo y con la posibilidad real de sustituir a la vieja oligarquía. No existía una tradición liberal que hubiese cuajado en organización política. El liberalismo de entonces era fruto o bien del desencanto con respecto a las posibilidades salvíficas del fascismo o bien del sueño por un Estado de bienestar cuyas bases estaban lejos de haberse echado. El proceso de industrialización, además de timorato y atravesado de externalidad, obedecía a un molde, el de sustitución de importaciones, que no daba para construir liderazgos y articular hegemonías sobre la base de la satisfacción de las necesidades materiales y culturales de pobladores ahora ya organizadamente presentes en la escena pública. El proceso de urbanización obedecía más a dinámicas de expulsión del campo (por la maquinización del trabajo agrícola y minero, la composición de tierras y la contaminación de zonas de cultivo) que a la necesidad de fuerza de trabajo de la débil industria urbana. Puede, por tanto, afirmarse que entre nosotros, en esa época, urbanización no necesariamente equivalía a modernización.

Quedaban, sí, como portadores de modernidad los sectores medios urbanos profesionalizados y los trabajadores asentados en la socialidad capitalista (identidad, relaciones de producción, cultura…), dispuestos unos y otros a construir, a través de sus propuestas y organizaciones, espacios de encuentro, caminos convergentes y objetivos equivalenciales con los “condenados de la tierra” y lo poco que había de burguesía nacional. Los primeros se mueven como pez en el agua en el mundo de la cultura y, efectivamente, consiguen que esta resurja, poderosa y “peruanizada”, tanto en la esfera del conocimiento y el pensamiento, como en la de la legitimidad (ética, legalidad, filosofía política, teología) y, especialmente, en el ámbito del arte y el lenguaje. La abundancia de pensadores, artistas y escritores de talla de mediados del siglo XX es muestra evidente de lo que estamos sosteniendo. Son las clases medias urbanas y profesionalizadas las que han decidido tomar la palabra (y no prestársela al poder ni a los sectores subalternizados) para dar cuenta de sus demonios, expectativas y propuestas desde un posicionamiento que, abandonando las dicotomías usuales (indigenismo / hispanismo; tradición / modernidad; propio / extraño; capitalismo / socialismo, etc.), asume como propios el dentro y el fuera, lo uno y lo otro, lo secular y lo sagrado, el mito y lo real, lo tradicional y lo moderno, lo andino y lo costeño, etc.   

El hecho de estar conscientemente asentado en esta dicotomía fue probablemente la mayor fuente de creatividad de este sector social. Junto a él, pero hablando poco, si algo, entre ellos, estaba el otro sector, el de los trabajadores principalmente de la ciudad, pero también del campo, en proceso de incorporación a la socialidad moderna y, más concretamente, al ideal del progreso. Ganado por ideologías que venían de la década de 1920 (aprismo y socialismo), este sector reafirmó en la época que nos ocupa (1940-1970) su condición de promotor principal del movimiento social, de portador de ideales de equidad y justicia distributiva,  de modernizador sin pérdida de tradiciones ancestrales, de reconocimiento de diversidades culturales.     

En este contexto, y después de un largo proceso que arranca a comienzos del siglo XX, se fortalece el modelo de modernización aportado por los company towns. Pero este modelo  no es generalizable por su condición de “enclave”, espacio enclavado en los andes centrales (La Oroya) o en la costa norte (Talara) y favorecido con un régimen de excepción tributaria, jurídica y político-administrativa que el Estado le otorga. Se trata, además, de un modelo que, a juzgar por los aportes de Judith Aranda, está centrado, desde arriba, en lo que, con M. Berman y J. Habermas, podemos considerar como “modernización” o procesos de racionalización de los subsistemas sociales (producción, comercialización, estructura urbana, escolarización, urbanización, gestión de la convivencia, etc.) para incrementar la productividad. En este caso, el predominio de la racionalidad instrumental es completamente evidente. Es más, cuando el modelo, como en el caso de Talara, puede aplicarse con más facilidad, el campamento y luego la ciudad empresa son pensados como panóptico (J. Bentham y M. Foucault), un mundo en el que el poder está siempre observando y controlando, incluso el ámbito de la vida privada, para que todo contribuya a la maximización de la ganancia.

De este modelo está lejos la “modernidad” como torbellino (Berman) que arrasa con todo, tanto en el ámbito de las esferas de cultura, como en los subsistemas sociales y en el mundo de la vida. Es cierto, sin embargo, como estudia la autora, que la permanencia en los company towns, especialmente cuando, como en el caso de Talara, es la compañía misma la que cultiva con esmero el sentimiento de pertenencia entre sus trabajadores, estos se van empapando de la cultura de la empresa e incluso van construyéndose una identidad “moderna”, en el sentido de funcional a la marcha de la empresa y el logro de los objetivos empresariales. Esta funcionalidad está atravesada de racionalidad instrumental y, por tanto, alejada de la racionalidad liberadora que es también componente esencial de la modernidad. Hablando en términos de las tres lógicas fundantes de la modernidad, podríamos decir que los company towns cumplen a cabalidad las lógicas del capitalismo y de la industrialización, pero son totalmente ajenos a la lógica de la sociedad civil que se expresa en democracia, en respeto de los derechos del hombre y del ciudadano y en construcción de identidades hechas a vivir en mundos electivos y no ya preceptivos.

Unido a trabajos recientes, que se han centrado en el “modernismo” artístico y arquitectónico [1. Rebaza Soraluz, Luis (1917). De ultramodernidades y sus contemporáneos. México/Lima: FCE. 2. Bonilla, E.; H. Abarca et alii (2016). Walter Weberhofer. El proyecto moderno en el Perú. Lima: Univ. de Lima. 3. Acevedo, A. y M. Llona (2016). Catálogo Arquitectura Movimiento Moderno Perú. Lima: Univ. de Lima], el trabajo de Edith Aranda aporta al estudio de mediados del siglo XX perspectivas interesantes y una valiosa información sobre los campamentos y ciudades empresas como modelos territorializados de “modernización” urbanística, social y empresarial.  

A pesar de estos importantes avances, sigue faltando un estudio comprehensivo, abarcador, holístico, sobre la modernidad en el Perú de esos años, un estudio ambicioso que se refiera (para ponerlo en términos de Weber y Habermas) tanto a las esferas de la cultura como a los subsistemas sociales y al mundo de la vida, o que abarque (para expresarlo en categorías de Heller) tanto las lógicas del capitalismo y de la industrialización y como la de la sociedad civil. La carencia de ese estudio hace que entendamos solo a medias lo que vino después: desde la modernidad autoritaria de los regímenes militares de 1962 y 1968 hasta la modernización neoliberal de la última década del siglo XX.

Lima, marzo 2018

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