José Ignacio López Soria
Presentación del libro: Matos Mar, José. Perú: Estado desbordado y sociedad nacional emergente. Historia corta del proceso peruano: 1940-2010 (Lima: Universidad Ricardo Palma, Editorial Universitaria, 2012). La presentación tuvo lugar el 21/03/2012 en el auditorio Ccori Wasi de la URP.
No quiero comenzar sin agradecer a mi buen amigo José Matos Mar por invitarme a participar en esta presentación, enriquecida con la nutrida presencia de buena parte de la intelectualidad peruana, ni sin felicitar a la Universidad Ricardo Palma y a su rector, Dr. Iván Rodríguez Chávez, por apoyar el trabajo de José Matos y regalarnos un libro como el que hoy presentamos.
Después de vivir en Madrid sus primeros años, mi nieto, Nicolás, vino a vivir a Lima. El primer día que le llevé a su colegio, en Villa, al pasar por la Av. Huaylas de Chorrillos y ver tantas casas a medio hacer, me preguntó: “¿abuelo, por aquí ha pasado la guerra?” No recuerdo bien que le contesté, pero estoy seguro de que si el abuelo hubiese sido José Matos Mar le habría dicho “No, hijito, por aquí está pasando el progreso.”
El voluminoso libro (573 páginas) Perú: Estado desbordado y sociedad nacional emergente. Historia corta del proceso peruano: 1940-2010 (Lima: URP, 2011) es una respuesta documentada y razonada a la ingenua pregunta de un niño de apenas 6 años y que otros, con más edad y conomientos, se formulan. La apariencia es el caos, pero debajo de ese manifiesto desorden bulle una emergencia cuyas líneas maestras comenzó a delinear Matos Mar en 1984, en Desborde popular y crisis del Estado. El nuevo rostro del Perú en la década de 1980 (Lima:IEP, 1984), y termina de dibujar con el libro que hoy presentamos.
No voy a pretender en los breves minutos de que dispongo analizar el libro en profundidad. Me reduciré a dejar sueltas algunas anotaciones que considero significativas.
El texto entero, que ya desde la dedicatoria a Carolina sugiere que responde a la “apasionante aventura de comprender el Perú”, está organizado desde dos categorías básicas, “desbordamiento” y “emergencia”, con otra que las envuelve y fundamenta, “progreso”. A partir de estas categorías conceptuales, el autor teje un discurso que, por un lado, da cuenta detallada y fundamentada de la historia peruana de los últimos 70 años, privilegiando el proceso de “provincialización” de Lima y, con menor detalle, el surgente protagonismo de las regiones, y, por otro lado, ensaya una interpretación axiológicamente vinculada de estos complejos fenómenos, con una manifiesta y explícita voluntad política. Y, así, descripción, explicación, interpretación y proposición política se entremezclan fecundamente en una narrativa enriquecida con fotografías de época, variadas anécdotas y frecuentes pinceladas autobiográficas e historias de la vida cotidiana.
La descripción está especialmente presente en los capítulos medulares y más extensos del libro, el 2° y el 3°, que tratan sobre la migración del campo a la ciudad de 1940 a 1990 (capítulo 2°), y de las transformaciones ocurridas, especialmente en Lima, entre 1990 y 2010 (capítulo 3°) como consecuencia de esa migración y de otras variables como la globalización y la regionalización. Basada, principalmente, en investigaciones del autor y sus alumnos, la abundante información ofrecida viene acompaña de fotos, cuadros estadísticos, gráficos, mapas y recuadros narrativos que airean el texto, aligeran la lectura y facilitan la comprensión. Importa anotar que dicha información no se queda en lo cuantificable; explora, además, las creencias, expectativas, costumbres y valores de los nuevos pobladores urbanos, así como la resistencia de los pobladores tradicionales, e introduce el territorio como un personaje más, y no solo como escenario, en el dúplice proceso de desbordamiento y emergencia. Otro elemento que enriquece la estrategia informativa y es poco usual en los estudios de ciencias sociales consiste en introducir biografías breves de los protagonistas y aun de gente de a pie de los procesos narrados, así como historias cortas de las organizaciones y de los liderazgos colectivos que se van formando en la lucha por el territorio, el acceso a los bienes sociales y el ejercicio de la ciudadanía. Estamos, pues, ante una manera de entender la información y de procesarla que, lejos de la usual frialdad objetivista de los estudios sociales, nos aproxima a los rostros y a los usos y costumbres de los estudiados. Y, así -y lo que sugiero no carece de importancia ética, política y epistemológica-, el objeto de estudio se vuelve él mismo poblador de la narración y portador de la esperanza de progreso que el libro se propone transmitir.
La matriz explicativa del dúplice proceso de desborde/emergencia es, en el libro que comentamos, tributaria del viejo dualismo o binarismo que, heredado de la división colonial entre “república de españoles” y “república de indios”, es reformulado luego, ya avanzado el siglo XIX, como tradición/modernidad y más crudamente como civilización/barbarie, recogido por los estudiosos y pensadores de los años 20 del pasado siglo en la forma de oposición entre el “Perú oficial” y el “Perú real” o “Perú profundo”, narrativizado en los años 60 y 70 como “desarrollo” y “subdesarrollo”, y, finalmente, después de varios lustros de crecimiento económico sin “chorreo”, retomado en la actualidad bajo la denominación de políticas de inclusión para atender las demandas de los “condenados de la tierra” (Franz Fanon) o secularmente excluidos.
No voy a entrar en profundidades, pero quiero dejar anotado que esta matriz explicativa, cuyos orígenes se remontan a la narrativa judeo-cristiana de la historia de la salvación, está bajo el paraguas de la idea, ya secularizada, de progreso y de la concepción unilineal y teleológica de la historia humana, según la cual los pueblos avanzan de un “estado de naturaleza” a otro “de civilización” a través de etapas definidas que el proyecto de la modernidad, en su optimista versión ilustrada, se ha encargado de caracterizar. Esta versión binarista y unilineal de la historia humana deja de lado muchos aspectos, entre los cuales no es de poca importancia la articulación intrínseca o copertenencia entre los dos polos concernidos. No hay primitivos sin modernos, ni infieles sin fieles, ni indios sin conquistadores, ni periferia sin centro, ni esclavos sin amos, ni subdesarrollo sin desarrollo, ni excluidos sin incluidos, como no hay ni puede haber “otros” sin un “nosotros” que se constituye por negación de las pertenencias de los considerados como “otros”. Lo que la teoría oculta es que entre los “otros” y “nosotros” hay una relación de articulación mediada por la violencia (física, económica, cultural, epistémica, etc.), una relación que subalterniza a los “otros” en beneficio de “nosotros”, incluso cuando abre para los “otros” el camino hacia la inclusión en el mundo del “nosotros”.
Para escapar de las limitaciones que la mencionada matriz explicativa conlleva de suyo, José Matos recurre a una estrategia discursiva poco común: da cuenta de los hechos -la ocupación de espacios urbanos, las demandas de inclusión, la celebración de festividades, etc.-, pero fija, además, su mirada en las potencialidades performativas (productoras de realidad) tanto de los discursos como de las acciones de los nuevos pobladores urbanos. Me explico. En el libro que comentamos, lo narrado no son hechos consumados sino “gestas” (término que se repite con mucha frecuencia), y esta diferencia remite al carácter fundador de esos hechos, a su potencialidad como iniciadores de procesos que van más allá del acto mismo de ganar un terreno, construir una vivienda, acceder a los servicios urbanos o ejercer a plenitud la ciudadanía. Ya el concepto mismo de “gesta”, propio del ámbito de la épica heroica, deja ver la perspectiva demiúrgica (creadora de un mundo nuevo) que Matos explora en los hechos narrados. Por eso, más que el análisis de las causas digamos “objetivas” de los hechos, es decir el estudio detallado de aquellos procesos que obligaron a los pobladores del campo a abandonar su tierra y trasladarse a las ciudades, el autor fija la mirada en la voluntad de progreso y en la apuesta por la transformación social que animan a los migrantes. Y, así, el migrante no es presentado como objeto de expulsión del campo sino como sujeto que se apropia de la ciudad y es portador, además, de una potencialidad demiúrgica, creadora de un mundo otro. Para ello es necesario hacer ver que el migrante no solo se instala en la ciudad y logra, con luchas mil, beneficiarse de sus servicios, sino que la enriquece con un bagaje “milenario” (y este término tampoco es fortuito) de lenguas, creencias, formas de vida, nociones de vida buena, tradiciones y valores como reciprocidad, solidaridad, etc. Y en proceso de posesión de la ciudad por los nuevos pobladores se inicia, piensa Matos Mar, un camino sin retorno hacia una reconciliación definitiva del Perú con su rica diversidad étnica, cultural y lingüística.
Ese camino -y estamos ya en la interpretación- conduce a algo que no lograron los incas, ni los conquistadores, ni el Estado peruano independiente: poner las bases de una real sociedad nacional que tienda a integrar, sin desconocerlas, las pluralidades que contiene, a propiciar una identidad común sin eliminar las diferencias, a articular el territorio propiciando la complementariedad entre los diversos pisos ecológicos y sembrándolo de vías longitudinales y transversales, a lograr la participación ciudadana de todos los pobladores, a dejar atrás la pobreza y la discriminación, y a superar la escisión histórica entre sociedad y Estado. Por eso el “desborde”, al minar los cimientos del orden establecido y poner al descubierto sus debilidades e inconsistencias, es leído por Matos como “emergencia”, como una gesta de creación de un Perú otro, que, enraizado en tradiciones milenarias, se habla de tú a tú con los portadores urbanos de la modernidad a la occidental y hasta se atreve a incorporarse sin renunciamientos al concierto planetario. Diríase que en el Perú de la emergencia, tematizado o soñado por Matos, se realiza lo mejor de las intenciones de los civilizadores de antaño, de los independizadores y modernizadores decimonónicos, de los nacionalistas y desarrollistas de ayer, y de los propulsores actuales de la inclusión social, pero despojándolos a todos de sus contenidos de violencia.
Esta interpretación, heredera también ella de la ideología del progreso en clave más romántica que racional, privilegia el protagonismo de un sujeto colectivo, el migrante urbano con sus redes vecinales, provinciales y hasta internacionales, haciendo de él el portador de la antorcha del desarrollo a escala urbana, regional, nacional e incluso planetaria. Ese sujeto colectivo se diferencia de los otros, anteriores o coetáneos, al menos en dos aspectos esenciales: lucha sin desmayo, pero no endiosa a la violencia como partera de la historia, y promueve no solo el logro de beneficios económicos y servicios sociales, sino el encuentro fecundo de sociedad nacional y Estado, expresado en aspectos como el acceso pleno al ejercicio de la ciudadanía, la construcción de identidades heterogéneas pero abiertas a la integración, la eliminación de las muchas formas de discriminación y la presencia activa de las diversas lenguas y culturas que enriquecen a la sociedad peruana.
Y, para terminar, dos palabras sobre la proposición política. Dijimos al comienzo que el libro de José Matos no oculta su intencionalidad política. Ella queda de manifiesto especialmente en la introducción, en el último capítulo -“La emergente sociedad nacional. Un proceso en marcha”-, y en las “Reflexiones finales”, pero la obra entera es una convocación a comprometer nuestras capacidades en la “hazaña modernizadora” que desembocará en el encuentro definitivo entre sociedad nacional y Estado, en un contexto marcado por la toma de la palabra por las diversidades que pueblan el Perú, el despertar de las regiones, las tendencias hacia la integración latinoamericana, la ineludible presencia de las nuevas ciencias y tecnologías, y los procesos de globalización. Se trata, por cierto, de una “hazaña” con la que hay que comprometerse, de una “gesta” demiúrgica, que es concebida desde la idea remozada del progreso. El autor comienza afirmando que “El drama histórico del Perú fue no haber podido constituir una sociedad nacional” (p. 25), y termina aseverando que lo que nos toca hoy, para acabar de construir ese Estado-nación de nuevo tipo que se viene postulando desde antiguo y que, según Matos Mar, está ya emergiendo en el desborde, es conjugar al unísono crecimiento económico y desarrollo social y humano en un modelo de sociedad que articule aprovechamiento y tratamiento responsable de la naturaleza, que potencie la convivencia enriquecedora de las culturas y pueblos que nos constituyen como comunidad histórica, que elimine la pobreza, la discriminación y el centralismo, y que nos abra a una participación digna en los espacios macrorregionales y planetarios.
No dudo de que la propuesta de José Matos Mar en este nuevo libro, fruto de años de estudio, de reflexión y de implicación en los procesos sociales narrados, desencadenará un fecundo debate sobre el Perú que queremos en los albores del bicentenario de la Independencia. No es este el momento de iniciar esa discusión sino de agradecer a José Matos Mar por regalarnos esta provocación a la reflexión y al debate .
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