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Lima, Peru
Filósofo e historiador. Nace en España en 1937 y llega al Perú como jesuita en 1957. Formación: humanidades clásicas y literatura, filosofía e historia. Especialización sucesiva: narrativa latinoamericana, filosofía moderna, filosofía de la existencia, historia de la emancipación peruana, pensamiento lukacsiano, historia de la ingeniería peruana y filosofía de la interculturalidad Profesor de la UNI (y rector 1984-89) y otras instituciones académicas en Perú, Budapest, Brasil y Túnez. Autor de 26 libros, 70 colaboraciones en obras colectivas y 150 artículos en revistas. Actualmente dirige el Centro de Historia UNI y es profesor de postgrado en la Universidad Nacional de Ingeniería. Participa activamente en el debate intelectual peruano desde la sociología de la literatura, el marxismo lukacsiano, las perspectivas postmodernas y la filosofía de la interculturalidad. En su libro "Adiós a Mariátegui. Pensar el Perú en perspectiva postmoderna" propone, como horizonte utópico de la actualidad, la convivencia digna, enriquecedora y gozosa de las diversidades que enriquecen a la sociedad peruana. Contacto: jilopezsoria@gmail.com

13 abr 2012

Hungría y el 15 de marzo


José Ignacio López Soria

                        Publicado en: La República. Lima, 15 mar. 2005.

Mi primer acercamiento a la revolución húngara de 1848 tuvo lugar en Budapest, en marzo de 1972. Mis alumnos universitarios se reunían alrededor del monumento al poeta Sándor Petöfi, a orillas del Danubio, intentando conmemorar el día de la independencia. Eran los tiempos del “socialismo real”, cuando todo asomo de nacionalismo era entendido como subversivo. Al día siguiente en la clase advertí algunas ausencias.

1848 es un año emblemático en la historia europea. El ciclo de las revoluciones burguesas experimentó una nueva oleada contra el orden señorial y patrimonialista vigente en la Europa de entonces. Hungría se sumó a esa corriente con un gesto que, si bien no logró su objetivo, dejó sembrada la semilla de la libertad.

Hungría había sido desde antiguo una tierra de paso de celtas, dacios, romanos, hunos, germanos y francos. Sólo los húngaros, social y políticamente agrupados en una heptarquía, se establecieron en esa tierra y comenzaron a echar las bases de una cultura hecha de vigencias orientales y de valores occidentales y cristianos. Después de un período de florecimiento, durante el gobierno del rey renacentista Mátyás Hunyadi, la invasión turca ocupó buena parte del territorio pero no consiguió sentar los cimientos de una cultura permanente. La presencia de los Habsburgos (1525-1918) contribuyó, sin duda, a inclinar definitivamente a Hungría hacia el mundo occidental.

Durante la dominación austríaca, los afanes autonomistas de los húngaros no dejaron de manifestarse. Una de esas manifestaciones, la históricamente más significativa, fue la revolución de 1848-49. La oposición a los Habsburgos, reunida alrededor de Lajos Kossuth, exigió y peleó por la independencia nacional y por la implantación de un régimen de libertades. Los mejores escritores de la época (Sándor Petöfi, János Arany, Mór Jókai) se adhirieron al movimiento independentista, se manifestaron el 15 de marzo de 1848 y pusieron su pluma al servicio de la divulgación de los ideales nacionalistas y libertarios.

Los esfuerzos de liberación terminaron en la derrota. Hungría no contaba aún con una burguesía capaz de dar dirección al movimiento ni con organizaciones populares dispuestas a secundar las apetencias de las capas medias. Por otra parte, la inadecuada solución al problema de la tierra, planteada por el gobierno del Kossuth, sembró el descontento en un campesinado que soñaba con la repartición de los feudos desde la revolución campesina de György Dózsa de 1514. Finalmente, las minorías nacionales, que vivían dentro de los límites de la Hungría tradicional, se sentían ajenas a los objetivos de los revolucionarios.

Sofocada la revolución nacionalista, el grupo dominante, compuesto principalmente por la nobleza de la tierra, se alió en compromiso con el poder central de los Habsburgos. Se inició así poco después, en 1867, una etapa conocida como “época del compromiso” o “del dualismo” por la creación de la monarquía Austro-Húngara, que terminó en 1918 con el desmoronamiento de los imperios centrales en la Primera Guerra Mundial.

La historia de después es más conocida. Hungría (1918-19) ensaya primero una república democrática y luego una república de los consejos o popular. Viene luego (1919-1944) un régimen autoritario y pronazi, que lleva a Hungría a adherirse a las potencias del Eje. “Liberada” del poder nazi por los rusos, la tierra de San Esteban y Mátyás Hunyadi, de músicos como Liszt, Bartók y Kodály, de escritores como Móricz, Ady y József, de pensadores como Lukács, Hauser, Mannheim y tantos más que han enriquecido la cultura universal, pasa por cuatro largas décadas de “socialismo real” que, de alguna manera, modera la fallida revolución de 1956.

Con la caída del imperio soviético, Hungría recupera su autonomía y sus viejas tradiciones democráticas y restaura el 15 de marzo como símbolo de su identidad y su espíritu libertario.
 

   
  

   
  

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